NECESIDAD DE OBEDECER A DIOS Y HACER PENITENCIA
CIUDAD DEL VATICANO, 16 ABR 2010 (VIS).-Benedicto XVI presidió ayer por la mañana, en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico Vaticano, una concelebración eucarística con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica.
En su homilía, el Papa reflexionó sobre la primacía de la obediencia a Dios y el verdadero significado de la penitencia y del perdón en la vida de los cristianos.
Recordando las palabras de san Pedro ante el Sanedrín, el Papa señaló que "hay que obedecer a Dios en lugar que a los hombres". En los tiempos modernos, dijo, se habla a menudo de la liberación del ser humano, de su plena autonomía y por tanto, de la liberación de la obediencia a Dios.
"Pero esta autonomía -afirmó el Santo Padre- es una mentira. Una mentira ontológica, porque el hombre no existe por sí mismo y para sí mismo. Es una mentira política y práctica, porque la colaboración y el compartir libertades son necesarios y si Dios no existe, si Dios no es una instancia accesible al hombre, queda como suprema instancia sólo el consenso de la mayoría. Luego , el consenso de la mayoría se vuelve la última palabra a la que debemos obedecer y este consenso -lo sabemos por la historia del siglo pasado- puede ser también un consenso del mal. Así vemos que la denominada autonomía no libera al hombre".
Benedicto XVI puso de relieve que las dictaduras siempre han sido contrarias a la obediencia a Dios. "La dictadura nazi, así como la marxista, no pueden aceptar a un Dios por encima del poder ideológico". Hoy, gracias a Dios, continuó, no vivimos en dictaduras, pero existen formas sutiles de dictaduras: "Un conformismo, por lo que se vuelve obligatorio pensar como piensan todos, actuar como actúan todos, y las agresiones sutiles o menos sutiles contra la Iglesia, demuestran cómo ese conformismo puede realmente ser una verdadera dictadura".
El Papa subrayó a continuación que "hoy tenemos miedo de hablar de la vida eterna. Hablamos de las cosas que son útiles para el mundo, mostramos que el cristianismo ayuda también a mejorar el mundo, pero no nos atrevemos a decir que su meta es la vida eterna y que de la meta vienen luego los criterios de la vida".
Por eso, añadió, "debemos tener la valentía, la alegría, la gran esperanza de que la vida eterna existe, que es la verdadera vida y que de esta verdadera vida viene la luz que ilumina también este mundo. En esta perspectiva, "la penitencia es una gracia", una gracia que nosotros reconozcamos nuestros pecados, que reconozcamos que tenemos necesidad de renovación, de cambio, de una trasformación de nuestro ser".
"Debo decir que nosotros los cristianos, también en los últimos tiempos, hemos evitado a menudo la palabra penitencia, que nos parece demasiado dura. Ahora, ante los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, vemos que el poder hacer penitencia es una gracia y vemos cómo es necesario hacer penitencia. Es decir, reconocer lo que está equivocado en nuestra vida. Abrirse al perdón, prepararse al perdón, dejarse transformar. El dolor de la penitencia, es decir, de la purificación y de la trasformación, es una gracia, porque es renovación, es obra de la Misericordia divina".
En su homilía, el Papa reflexionó sobre la primacía de la obediencia a Dios y el verdadero significado de la penitencia y del perdón en la vida de los cristianos.
Recordando las palabras de san Pedro ante el Sanedrín, el Papa señaló que "hay que obedecer a Dios en lugar que a los hombres". En los tiempos modernos, dijo, se habla a menudo de la liberación del ser humano, de su plena autonomía y por tanto, de la liberación de la obediencia a Dios.
"Pero esta autonomía -afirmó el Santo Padre- es una mentira. Una mentira ontológica, porque el hombre no existe por sí mismo y para sí mismo. Es una mentira política y práctica, porque la colaboración y el compartir libertades son necesarios y si Dios no existe, si Dios no es una instancia accesible al hombre, queda como suprema instancia sólo el consenso de la mayoría. Luego , el consenso de la mayoría se vuelve la última palabra a la que debemos obedecer y este consenso -lo sabemos por la historia del siglo pasado- puede ser también un consenso del mal. Así vemos que la denominada autonomía no libera al hombre".
Benedicto XVI puso de relieve que las dictaduras siempre han sido contrarias a la obediencia a Dios. "La dictadura nazi, así como la marxista, no pueden aceptar a un Dios por encima del poder ideológico". Hoy, gracias a Dios, continuó, no vivimos en dictaduras, pero existen formas sutiles de dictaduras: "Un conformismo, por lo que se vuelve obligatorio pensar como piensan todos, actuar como actúan todos, y las agresiones sutiles o menos sutiles contra la Iglesia, demuestran cómo ese conformismo puede realmente ser una verdadera dictadura".
El Papa subrayó a continuación que "hoy tenemos miedo de hablar de la vida eterna. Hablamos de las cosas que son útiles para el mundo, mostramos que el cristianismo ayuda también a mejorar el mundo, pero no nos atrevemos a decir que su meta es la vida eterna y que de la meta vienen luego los criterios de la vida".
Por eso, añadió, "debemos tener la valentía, la alegría, la gran esperanza de que la vida eterna existe, que es la verdadera vida y que de esta verdadera vida viene la luz que ilumina también este mundo. En esta perspectiva, "la penitencia es una gracia", una gracia que nosotros reconozcamos nuestros pecados, que reconozcamos que tenemos necesidad de renovación, de cambio, de una trasformación de nuestro ser".
"Debo decir que nosotros los cristianos, también en los últimos tiempos, hemos evitado a menudo la palabra penitencia, que nos parece demasiado dura. Ahora, ante los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, vemos que el poder hacer penitencia es una gracia y vemos cómo es necesario hacer penitencia. Es decir, reconocer lo que está equivocado en nuestra vida. Abrirse al perdón, prepararse al perdón, dejarse transformar. El dolor de la penitencia, es decir, de la purificación y de la trasformación, es una gracia, porque es renovación, es obra de la Misericordia divina".
:.El Corazón de Jesús le prometió reinar en España.:
16 Abril 2010 Moral y Luces
EL DOMINGO SERÁ BEATIFICADO EN VALLADOLID
Bernardo Hoyos, el joven al que el Corazón de Jesús le prometió reinar en España
El sacerdote español Bernardo Francisco de Hoyos (1711 – 1735) encontró en el Corazón de Jesús ese «tesoro escondido» al que se refiere la parábola que aparece en el evangelio de San Mateo 13, 44. Los escasos 24 años que vivió fueron suficientes para que el joven sacerdote trabajara por la difusión de esta devoción en España.
Actualizado 16 abril 2010
Carmen Elena Villa/Zenit
El padre Bernardo, quien recibió este nombre en la pila bautismal en honor de San Bernardo de Claraval, será beatificado este domingo 18 de abril en un acto sin precedentes en Valladolid.
La misa se celebrará a las 10:30 a.m. en la Plaza de Colón y el Paseo de Recoletos de esta ciudad española. Será presidida por monseñor Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, como representante del Papa Benedicto XVI. Por ello se está realizando esta semana en la facultad de derecho de la universidad católica de Valladolid el congreso del Corazón de Jesús denominado «Me mostró su corazón. Bernardo Hoyos, testigo de una promesa para nuestro mundo», el cual culminará este sábado.
Espiritualidad ignaciana
Bernardo tenía sólo 10 años cuando ingresó al colegio Imperial de Madrid, de los padres jesuitas, donde conoció mejor la orden a la cual luego entró a formar parte. «¿Por qué no ser algún día como ellos?», se preguntaba mientras veía a los novicios.
Pese a que era su deseo de todo corazón, Bernardo no fue admitido inmediatamente. Primero, porque era muy pequeño, luego, porque carecía de la salud física adecuada para ello. Tras una larga batalla, el joven ingresó en el noviciado. Al concluir esta etapa se trasladó con sus compañeros a Villa del Campo, en la provincia de Cáceres en España.
Allí soportó muchas tentaciones y desalientos, tanto a nivel interior como exterior. El mismo año, una peste azotó la población donde vivía. Murió uno de sus compañeros y también uno de los padres formadores en el seminario. Pero nada de esto lo hizo sucumbir ante el camino de fe que había ya emprendido.
En 1731 se fue a estudiar teología a Valladolid. Le encantaba leer a los Santos Padres de la Iglesia. Decía siempre que más que «estudiar» teología, la «oraba».
Sagrado Corazón
En el colegio de San Ambrosio, cuando Bernardo tenía 21 años de edad, encontró un libro en latín que cambiaría su vida: Se titulaba: De cultu sacratissimi Cordis Dei Iesu, del P. José de Gallifet, sobre el Corpus Christi y la devoción al Corazón de Jesús.
«Sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento, fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor Sacramentado a ofrecerme a su Corazón, para cooperar cuanto pudiese, a lo menos con oraciones, a la extensión de su culto», escribió Bernardo en su diario. Tenía apenas 21 años.
El joven vio que debería dar a conocer la obra de Santa María Margarita de Alacoque, una religiosa de clausura francesa a quien Dios le pidió trabajar por la institución de la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
En 1733 mientras oraba, escuchó que Jesús le mostraba el misterio de su Corazón: «Reinaré en España y con más veneración que en otras muchas partes». Por ello escribió el libro «El tesoro escondido». El primero en ser publicado en España dedicado a esta devoción.
«El gran centro que el Señor quiere comunicar al padre Hoyos es que Dios tiene corazón y que a ese Dios que tiene corazón le afecta la vida de cada hombre», aseguró el padre Ricardo Vargas, director del centro diocesano de espiritualidad del corazón de Jesús, en el documental denominado La gran promesa, producido por HM Televisión y la fundación Euk Marie, que narra la vida del padre Hoyos.
Bernardo buscó el respaldo de los jesuitas, publicó estampitas, propagó una novena, buscó el apoyo en los obispos españoles y también en la realeza para difundir esta devoción.
Ministerio sacerdotal
En diciembre de 1734 recibió el subdiaconado y el diaconado, y el 2 de enero del año siguiente fue ordenado sacerdote con otros dos compañeros suyos. Celebró su primera Misa el día de Reyes de 1735 en la iglesia del Colegio de San Ignacio, conocido hoy como la Parroquia de San Miguel.
Luego tuvo que dejar el colegio San Ambrosio para cursar la llamada «Tercera probación», una especie de segundo noviciado para avivar el fervor y la entrega a Dios. Su tiempo de sacerdocio no duró ni siquiera un año. Una altísima fiebre que se convirtió en Tifus. Tras 15 días de enfermedad murió el 15 de noviembre de 1735. Sus últimas palabras fueron: «Oh, qué bueno es habitar en el Sagrado Corazón de Jesús!».
Hoy, 275 años después de su muerte, su vida sigue haciendo eco entre la comunidad jesuita y la Iglesia en España: «Es muy providencial y muy importante para nuestros jóvenes de hoy ver que con 24 años es suficiente para ir al cielo si uno los aprovecha bien», dijo el padre Vargas refiriéndose al futuro beato.
EL DOMINGO SERÁ BEATIFICADO EN VALLADOLID
Bernardo Hoyos, el joven al que el Corazón de Jesús le prometió reinar en España
El sacerdote español Bernardo Francisco de Hoyos (1711 – 1735) encontró en el Corazón de Jesús ese «tesoro escondido» al que se refiere la parábola que aparece en el evangelio de San Mateo 13, 44. Los escasos 24 años que vivió fueron suficientes para que el joven sacerdote trabajara por la difusión de esta devoción en España.
Actualizado 16 abril 2010
Carmen Elena Villa/Zenit
El padre Bernardo, quien recibió este nombre en la pila bautismal en honor de San Bernardo de Claraval, será beatificado este domingo 18 de abril en un acto sin precedentes en Valladolid.
La misa se celebrará a las 10:30 a.m. en la Plaza de Colón y el Paseo de Recoletos de esta ciudad española. Será presidida por monseñor Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, como representante del Papa Benedicto XVI. Por ello se está realizando esta semana en la facultad de derecho de la universidad católica de Valladolid el congreso del Corazón de Jesús denominado «Me mostró su corazón. Bernardo Hoyos, testigo de una promesa para nuestro mundo», el cual culminará este sábado.
Espiritualidad ignaciana
Bernardo tenía sólo 10 años cuando ingresó al colegio Imperial de Madrid, de los padres jesuitas, donde conoció mejor la orden a la cual luego entró a formar parte. «¿Por qué no ser algún día como ellos?», se preguntaba mientras veía a los novicios.
Pese a que era su deseo de todo corazón, Bernardo no fue admitido inmediatamente. Primero, porque era muy pequeño, luego, porque carecía de la salud física adecuada para ello. Tras una larga batalla, el joven ingresó en el noviciado. Al concluir esta etapa se trasladó con sus compañeros a Villa del Campo, en la provincia de Cáceres en España.
Allí soportó muchas tentaciones y desalientos, tanto a nivel interior como exterior. El mismo año, una peste azotó la población donde vivía. Murió uno de sus compañeros y también uno de los padres formadores en el seminario. Pero nada de esto lo hizo sucumbir ante el camino de fe que había ya emprendido.
En 1731 se fue a estudiar teología a Valladolid. Le encantaba leer a los Santos Padres de la Iglesia. Decía siempre que más que «estudiar» teología, la «oraba».
Sagrado Corazón
En el colegio de San Ambrosio, cuando Bernardo tenía 21 años de edad, encontró un libro en latín que cambiaría su vida: Se titulaba: De cultu sacratissimi Cordis Dei Iesu, del P. José de Gallifet, sobre el Corpus Christi y la devoción al Corazón de Jesús.
«Sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento, fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor Sacramentado a ofrecerme a su Corazón, para cooperar cuanto pudiese, a lo menos con oraciones, a la extensión de su culto», escribió Bernardo en su diario. Tenía apenas 21 años.
El joven vio que debería dar a conocer la obra de Santa María Margarita de Alacoque, una religiosa de clausura francesa a quien Dios le pidió trabajar por la institución de la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
En 1733 mientras oraba, escuchó que Jesús le mostraba el misterio de su Corazón: «Reinaré en España y con más veneración que en otras muchas partes». Por ello escribió el libro «El tesoro escondido». El primero en ser publicado en España dedicado a esta devoción.
«El gran centro que el Señor quiere comunicar al padre Hoyos es que Dios tiene corazón y que a ese Dios que tiene corazón le afecta la vida de cada hombre», aseguró el padre Ricardo Vargas, director del centro diocesano de espiritualidad del corazón de Jesús, en el documental denominado La gran promesa, producido por HM Televisión y la fundación Euk Marie, que narra la vida del padre Hoyos.
Bernardo buscó el respaldo de los jesuitas, publicó estampitas, propagó una novena, buscó el apoyo en los obispos españoles y también en la realeza para difundir esta devoción.
Ministerio sacerdotal
En diciembre de 1734 recibió el subdiaconado y el diaconado, y el 2 de enero del año siguiente fue ordenado sacerdote con otros dos compañeros suyos. Celebró su primera Misa el día de Reyes de 1735 en la iglesia del Colegio de San Ignacio, conocido hoy como la Parroquia de San Miguel.
Luego tuvo que dejar el colegio San Ambrosio para cursar la llamada «Tercera probación», una especie de segundo noviciado para avivar el fervor y la entrega a Dios. Su tiempo de sacerdocio no duró ni siquiera un año. Una altísima fiebre que se convirtió en Tifus. Tras 15 días de enfermedad murió el 15 de noviembre de 1735. Sus últimas palabras fueron: «Oh, qué bueno es habitar en el Sagrado Corazón de Jesús!».
Hoy, 275 años después de su muerte, su vida sigue haciendo eco entre la comunidad jesuita y la Iglesia en España: «Es muy providencial y muy importante para nuestros jóvenes de hoy ver que con 24 años es suficiente para ir al cielo si uno los aprovecha bien», dijo el padre Vargas refiriéndose al futuro beato.
Posible milagro de Juan Pablo II
todavía no ha sido examinado
ROMA, 25 Mar. 10 / 11:55 am
El Prefecto Emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, el Cardenal portugués José Saraiva Martins, aclaró que el posible milagro experimentado por una religiosa francesa por intercesión de Juan Pablo II todavía no ha sido examinado por la Comisión Médica vaticana.
El Cardenal Saraiva hizo estas declaraciones a un grupo de periodistas en Roma en alusión a las informaciones publicadas hace un mes en la prensa polaca y en las que se afirmaba que dicha comisión había rechazado el milagro supuestamente experimentado por la religiosa francesa Marie Simon Pierre. El Purpurado aclaró que el milagro no puede haber sido rechazado "porque los médicos todavía no se han ocupado de examinarlo".
El procedimiento de aprobación de un milagro por intercesión de una determinada persona implica, primero, "que sea aprobado por una Comisión Médica, que certifica que el hecho es inexplicable a la luz de la ciencia y que la curación es instantánea, completa y duradera", explicó el Purpurado.
Antes de empezar el examen oficial, "la Congregación suele pedir a dos médicos su opinión previa" sobre el caso, lo cual es algo "reservadísimo". Sin embargo, en el caso de la religiosa francesa, uno de los dos médicos expreso sus dudas y "la noticia salió a la luz", lamentó el Cardenal Saraiva. Aun con todo, esto no quiere decir que el milagro haya sido rechazado, sino que, como suele ser habitual, la Congregación pedirá una tercera opinión antes de iniciar el examen oficial del caso.
Si la valoración de los médicos es positiva, el milagro pasará a ser evaluado por una Comisión Teológica, que estudiará si el hecho se debe o no a la intercesión de Juan Pablo II. Después, deberá superar el análisis de los 30 miembros de la Congregación para las Causas de los Santos, que son como el "Parlamento" de la congregación.
Preguntado sobre si esto podría retrasar la fecha de beatificación de Juan Pablo II, el Cardenal Saraiva señaló que "no se puede hablar de retraso porque nunca ha sido fijada una fecha".
El Prefecto Emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, el Cardenal portugués José Saraiva Martins, aclaró que el posible milagro experimentado por una religiosa francesa por intercesión de Juan Pablo II todavía no ha sido examinado por la Comisión Médica vaticana.
El Cardenal Saraiva hizo estas declaraciones a un grupo de periodistas en Roma en alusión a las informaciones publicadas hace un mes en la prensa polaca y en las que se afirmaba que dicha comisión había rechazado el milagro supuestamente experimentado por la religiosa francesa Marie Simon Pierre. El Purpurado aclaró que el milagro no puede haber sido rechazado "porque los médicos todavía no se han ocupado de examinarlo".
El procedimiento de aprobación de un milagro por intercesión de una determinada persona implica, primero, "que sea aprobado por una Comisión Médica, que certifica que el hecho es inexplicable a la luz de la ciencia y que la curación es instantánea, completa y duradera", explicó el Purpurado.
Antes de empezar el examen oficial, "la Congregación suele pedir a dos médicos su opinión previa" sobre el caso, lo cual es algo "reservadísimo". Sin embargo, en el caso de la religiosa francesa, uno de los dos médicos expreso sus dudas y "la noticia salió a la luz", lamentó el Cardenal Saraiva. Aun con todo, esto no quiere decir que el milagro haya sido rechazado, sino que, como suele ser habitual, la Congregación pedirá una tercera opinión antes de iniciar el examen oficial del caso.
Si la valoración de los médicos es positiva, el milagro pasará a ser evaluado por una Comisión Teológica, que estudiará si el hecho se debe o no a la intercesión de Juan Pablo II. Después, deberá superar el análisis de los 30 miembros de la Congregación para las Causas de los Santos, que son como el "Parlamento" de la congregación.
Preguntado sobre si esto podría retrasar la fecha de beatificación de Juan Pablo II, el Cardenal Saraiva señaló que "no se puede hablar de retraso porque nunca ha sido fijada una fecha".
¿Cómo vivían los primeros cristianos la Cuaresma?
¿Cómo y cuándo empieza a vivirse la Cuaresma
¿Por qué 40 días? ¿Por qué la penitencia y el ayuno?
¿Por qué la imposición de la ceniza?
La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno Infra-pascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.
Los primeros pasos
Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.
La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.
A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno pre-pascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
¿Por qué la ceniza?
Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse como si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.
Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica.
Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».
El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación del ayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.
Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.
¿Por qué cuarenta días?
El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.
En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el cli¬ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares¬mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.
En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.
Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.
El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.
El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.
¿Por qué 40 días? ¿Por qué la penitencia y el ayuno?
¿Por qué la imposición de la ceniza?
La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno Infra-pascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.
Los primeros pasos
Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.
La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.
A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno pre-pascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
¿Por qué la ceniza?
Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse como si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.
Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica.
Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».
El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación del ayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.
Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.
¿Por qué cuarenta días?
El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.
En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el cli¬ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares¬mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.
En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.
Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.
El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.
El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.
Viacrucis
Viacrucis o vía crucis1 significa «camino de la cruz» y se refiere a las diferentes etapas o momentos vividos por Jesucristo desde el momento en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura. La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos.
"Vía Crucis" latín de "Camino de la Cruz" . También conocido como "Estaciones de la Cruz" y "Vía Dolorosa". Se trata de un acto de piedad, un camino de oración que busca con la meditación de la pasión y muerte de Jesucristo en su camino al Calvario. El camino se representa con una serie de catorce (14) imágenes de la Pasión o "Estaciones" correspondientes a incidentes particulares que Jesús sufrió por nuestra salvación basados en los relatos evangélicos y la tradición. También se llama Viacrucis al de cruces que señalan un camino o una ruta donde se puede realizar este ejercicio piadoso.
"Vía Crucis" latín de "Camino de la Cruz" . También conocido como "Estaciones de la Cruz" y "Vía Dolorosa". Se trata de un acto de piedad, un camino de oración que busca con la meditación de la pasión y muerte de Jesucristo en su camino al Calvario. El camino se representa con una serie de catorce (14) imágenes de la Pasión o "Estaciones" correspondientes a incidentes particulares que Jesús sufrió por nuestra salvación basados en los relatos evangélicos y la tradición. También se llama Viacrucis al de cruces que señalan un camino o una ruta donde se puede realizar este ejercicio piadoso.
El amor es una decisión...
El actor Jim Caviezel y su esposa Kerri habían pasado dos veces por el drama del aborto y no lograban tener una familia propia. A Jim le aterrorizaba la idea de adoptar, y más aún a un niño con discapacidad: «No pensaba que pudiese amar a un niño así». Pero todo cambió cuando una amiga le mostró una imagen de un pequeño con un tumor cerebral, que podía verse dentro y fuera de la cabeza. «Había algo en sus ojos... Y me quedé como escuchándole: “¿Me amarás?”. Yo dije: “Sí, te amaré”». «El amor fue instantáneo y definitivo, a un nivel que nunca había experimentado». Entonces él y Kerri decidieron adoptar de nuevo. Les ofrecieron una niña en perfecto estado de salud, pero pensaron que sería más fácil que la adoptara otra familia, mientras que a LeLe, también con un tumor, tenía mayor necesidad de una familia. Y es que ser padre «te cambia», continúa Caviezel. «Tus prioridades son completamente distintas. Dejas de pensar en ti mismo para pensar sólo en ellos. El amor es una decisión... Cada mañana al despertar me arrodillo para dar gracias a Dios por tenerles conmigo».
Con datos de Religion en libertad, 07-03-2010
Con datos de Religion en libertad, 07-03-2010